lunes, 28 de noviembre de 2011

Vinos de altura en Bolivia



Durante mi estancia universitaria tuve el placer de ser  alumno de José Ortiz Mercado (+), maestro al que recuerdo con mucha estima y que afirmaba que Bolivia tiene una superloca geografía, pues alberga una gran cantidad de obstáculos naturales que nos convierten en una traba para la integración del Cono Sur. Asumo que a ello le debemos un paisaje de contrastes que es ‘matizado’ por una exuberante pluriculturalidad, ‘atizado’ con un cierto caos social y ‘sazonado” con una gastronomía fusión en permanente evolución.

Resulta que tal como en otras regiones no productoras de vino, en América hace más de quinientos años la ‘vitis vinífera’ no se encontraba. En este contexto Colón se lanza a la mar ignorando que su viaje a las Indias sería frustrado porque se le interpondría un continente. A partir de este hito un frenesí de marineros, piratas y corsarios se abalanzan a la conquista de los nuevos territorios. Choque de civilizaciones que desata un febril intercambio cultural; oro y plata son enajenados en beneficio de las metrópolis y en sentido inverso arriban las primeras vides, iniciándose lo que hoy disfrutamos como “vinos del nuevo mundo”, siendo en Bolivia la zona mayoritaria de producción, Tarija.

A pesar de que la vid arribó del Viejo Mundo, marcadas son las diferencias ya que en América son pocas las “denominación de origen”, pues aquí prima el libre albedrío de los bodegueros, siendo la principal indicación el tipo de cepa, o la pluralidad de uvas utilizadas en el ensamblaje de un vino, por lo que los denominamos ‘varietales’. Sin embargo, en Tarija hablamos de vinos de altura, veamos por qué:

 
Vox populi se ha hecho en la red un adagio que se le atribuye a un viejo productor anónimo, quien afirmaba que los viñedos tarijeños ubicados a una altura que oscila los 2.000 m.s.n.m. estaban “más cerca del sol, más cerca de las estrellas y más cerca de Dios”, fenómenos que más allá de  la metafísica popular, tienen una explicación racional.
 
Más cerca del sol, la mayor parte de las vides que se cultivan en el ‘terroir’ tarijeño no son amigas de las precipitaciones pluviales, más bien son amantes de los rayos ultravioletas con los que las bombardea el invencible Dios Sol que gobierna la campiña tarijeña sin que las nubes puedan hacerle mucha sombra.
 
Más cerca de las estrellas, por la noche, al tratarse de un microclima subandino ubicado al sur, cae la temperatura algunas veces de manera considerable y otras simplemente el aire sureño refresca la campiña para que las vides se den un descanso luego de la ardua jornada de sol, letargo vigilado por el firmamento que auspicia una maduración lenta que otorga vides más ricas en aromas, matices y sabores, con relación a otras latitudes menos privilegiadas.
 
Más cerca de Dios, lo que no se puede explicar es si el productor se refería al Dios cristiano o a alguna deidad pagana del periodo previo a la colonia, sin embargo, cierto es que los potentes elixires que son orquestados en la indómita ‘Tarixa’, son capaces de redimir y elevar el espíritu de simples mortales hacia alturas excelsas.

Texto: Romano Paz

1 comentario:

  1. Un buen texto con un mejor recuerdo, nuestro entrañable José Ortiz Mercado.

    ResponderEliminar