viernes, 2 de diciembre de 2011

Más que una velada con Dayliana en Michelangelo, 2010


 
Hace aproximadamente un año mi esposa se graduaba con honores del post grado en Dirección de Marketing que ofrece la hoy denominada Business School de la Universidad Autónoma Gabriel René  Moreno. Se trataba de la culminación de prácticamente dos años en los que Dayliana debió sacrificar el poco tiempo que las arduas jornadas laborales le dejaban, baste decir que en ciertas ocasiones en que el docente provenía del extranjero, éste reclamaba la presencia de los post-graduantes  en el aula durante el fin se semana.

En fin, eran los últimos días del mes de noviembre de 2010, Dayliana se encontraba exponiendo un poco nerviosa su tesis final de grado, los miembros del jurado escuchaban de manera atenta y tomaban nota para elaborar las interrogantes que plantearían al final de la disertación, por mi parte me encontraba sentado como único espectador, sin embargo Dayliana con una sutil mirada me hizo comprender que yo era el único hincha barra brava que ella necesitaba.

Finalmente luego de concluida la ronda de preguntas, los miembros del tribunal de honor se reunieron a puertas cerradas en una especie de cónclave académico, por lo que luego de una tensa calma, nuevamente nos permitieron ingresar y  procedieron a dar su fallo de carácter inapelable: Dayliana se acababa de graduarse  con honores del Máster en Dirección de Marketing, por lo que correspondía celebra con una cena para dos y un vino que diera la talla.

La elección fue sencilla y por demás de acertada, directamente nos dirigimos a una vieja casona que data de más de 100 años, ubicada en la zona sur del casco viejo histórico de la ciudad de Santa Cruz (Bolivia), pues a mi parecer, allí no solamente se encuentra la vinoteca más surtida que se pueda encontrar en nuestro país, sino que también cuenta con una oferta culinaria excepcional.
Por paradójico que les parezca, no nos habíamos trasladado hasta Michelangelo por la oferta vitivinícola, tampoco por la agradable decoración ni por los suculentos manjares que son capaces de ensamblar, nos había llevado la candidez y el calor humano de todas las personas que hacen de las veladas en Michelangelo una experiencia vivencial, dicho esto déjenme que les relate un poco el desenlace de esa mágica noche.

Oswaldo quien desde hace más de veinte años es el anfitrión y mano derecha del pionero de la enocultura en Santa Cruz Carlos Suárez, en fín, Oswaldo como siempre nos recibió con una sonrisa sincera y nos invito a pasar a una mesa para dos que se encuentra bajo uno de los aleros de la vieja casona, mismo que a la fecha se encuentra flanqueado por cristales que dan una vista magnifica a un patio interior muy bien conservado en su estilo colonial y que cuenta con la tradicional noria que todavía hace no más de 40 años proveía de agua a a quinen habitaran allí antaño. 

La velada transcurrió de menara formidable, la entrada fue una cortesía de la casa que consistió en bastones de mozarela rebosados, acompañados con una salsa estilo napolitana, receta me imagino el chef guarda la receta celosamente, pues era de un gusto muy singular.

A continuación ordenamos los platos principales; Dayliana surubí al roquefort y quien redacta medallones de res a la pimienta al estilo inglés, para equilibrar y maximizar la experiencia sensorial decidimos maridar con vino chileno Carmenere, optamos por Marqués de Concha y  Toro, ya que se trata de un magnifico caldo potente, rico en taninos, de mucho cuerpo y persistencia en boca, con notas a vainilla, frutos secos y especias. A manera de postre nos bebimos  todas las estrellas del mismísimo firmamento en un par de copas que habían sido vertidas de un magnífico sparklin californiano, que por cierto también cortesía de la casa.

Ya para cerrar con broche de oro, Oswaldo nos llevo a recorrer la ruta del vino de Michelangelo, primero pasamos a la cava principal del restaurante, allí pudimos apreciar todas las joyas vitivinícolas que conforman un invaluable tesoro que Carlos Suárez gurda celosamente. Posteriormente pasamos a un mezanine donde para ese entonces era un especia de sala vip ejercía de bodega provisional de la segunda edición del vino de la casa; Carlos Michlel. 

Las botellas de aquel suculento caldo se encontraban apiladas ordenadas y  eran custodiadas por rarísimas botellas de grapa italiana y jamones curados al estilo Serrano que son producidos en la indómita Tarixa por la casa Ulloa. 

Allí en compañía de Dayliana y con las atenciones de Oswaldo, tuve el grato placer de degustar y disfrutar por segunda del vino de la casa (Carlos Michel) que por cierto no se comercializa en ningún otro recinto o punto de venta. 


Vino que a mi parecer es de cuerpo medio, suave, bastante equilibrado y elegante, con notas a casis, vainilla, algo de pimienta blanca y frutos del bosque, magnífico para ser disfrutado solo o maridar con platos no muy potentes en sabor.

Sin embargo, como nadie disfruta sensorialmente igual a otra persona, al querido lector no le queda otra que asistir y regocijarse personalmente en Michelangelo para hacer prueba y error y de esta manera dar por su propia cuenta con el maridaje que le resulte más placentero, eso sí, la experiencia vivencial de una velada magnífica, en pareja o en grupo, está garantizada. 

Texto: Romano Paz

1 comentario:

  1. Lindos recuerdos de una noche especial. Gracias por inmortalizarlo con tu prosa.

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