martes, 28 de abril de 2020

Cronología: De Uva y Vino


El vino es la bebida espirituosa más antigua que conoce la humanidad, tanto así, que casi se podría  afirmar que vino y civilización comparten un mismo origen.

En el caso de la uva, uno de los antecedentes más antiguos data de hace unos 5000 años a.C. en territorios de lo que hoy es Irán; más exactamente en los yacimientos arqueológicos de Hajji Firuz Tepe, donde se encontraron  dentro de una vieja vasija de barro, residuos de vino adheridos en el fondo, como si de una milenaria capa de pintura se tratase. Este hallazgo se sitúa geográficamente en los montes Zagros, y pone en evidencia a las primeras vides cultivadas en Oriente medio. Hoy en día sin embargo, en varias zonas de esta región del planeta, el consumo de alcohol es considerado ilegal y se constituye en un delito punible, que puede enviar a la cárcel a los infractores. Razón poderosa, por lo que la comercialización de bebidas espirituosas muchas veces se realice en el mercado negro, y en consecuencia, se haya limitado y restringido de manera considerable el florecimiento vitivinícola en la misma cuna de su nacimiento.

Pasarían milenios antes de que el cultivo de la vid se extendiera a los cuatro puntos cardinales del planeta. A pesar de no existir un consenso pleno entre los diferentes investigadores, se cree que la vid llega al Mediterráneo de la mano de los fenicios, alrededor del año 3000 a.C., varios factores de índole social pudieron haber incidido en su llegada tardía, sin embargo, el arte y la cultura del vino ha prosperado y se ha arraigado de manera formidable en el mundo occidental, al punto de que, en éste, actualmente se concentra la mayor parte de la producción vitivinícola del globo.

El vino tiene un proceso de elaboración bastante sencillo que consiste en extraer el caldo de múltiples comestibles para luego dejar que las levaduras naturales -diversos hongos microscópicos unicelulares importantes por su capacidad para realizar la fermentación- procedan a convertir el azúcar natural en alcohol. En el caso particular del vino de uva, su caldo -también denominado mosto- deja de ser un simple jugo de fruta para convertirse en bebida fermentada, cuyo volumen alcohólico puede oscilar en un promedio de 12%. Esto ha de variar según el clima, la región, la altitud del viñedo, la cantidad de luz, el tipo de uva y por supuesto el grado de madurez de la fruta al momento de la vendimia. En la actualidad, y gracias a los avances y la inventiva, los enólogos han elevado la vitivinicultura a los más altos estándares de la técnica, la ciencia y por supuesto, del arte.

Un buen vino es como la culminación de una obra de arte, y el enólogo viene a ser el artista que ha incorporado en el proceso creativo, todo un bagaje de conocimientos para elaborar lo que en el lenguaje vitivinícola suele denominarse un “vino redondo”, es decir un vino cuya totalidad de elementos tienden a estar en equilibrio; una construcción que apunta, por así decirlo, a la perfección arquitectónica, una melodía, cuyos acordes armoniosos, remontan al espíritu a alturas excelsas.      

La uva, como protagonista, se manifiesta mediante matices múltiples, sutiles y elegantes; así, un vino demasiado amaderado, pierde el balance en detrimento de la uva, y en contrapartida un vino demasiado frutoso, que carece de las importantes notas que le incorpora la madera durante la guarda, se considera inconcluso o joven, es decir de consumo inmediato. Como podemos apreciar, es un proceso que no deja al descuido ningún aspecto; parámetros como aroma, cuerpo, color y presentación, forman parte inalienable de la melodía a la que hago referencia.

En las siguientes entregas tendremos tiempo de desarrollar todos estos temas. Por ahora, permítanme despedirme, dejando en el aire una pregunta: ¿Cuánto podría valer un gran reserva envasado en botella de plástico con tapa rosca?

Texto: Romano Paz

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