Un rinconcito de Múnich y la embajada de su cerveza
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Para quienes no conocen este
cuadro, resulta pues que enfilando por la carretera que va hacia el “Oeste” de
la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, de a poco se hace visible un cambio en el
paisaje, va quedando atrás el calor incesante y la amarillenta pampa oriental, el
verde se hace cada vez más intenso, y van asomando inmensos y frondosos árboles
de todo tipo, para mi gusto destacan algunos que se encuentran cargados de exuberantes
frutos autóctonos, como son el “ocoró” y el “achachairú”.
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A insistencia mía, nos detuvimos e ingresamos en aquel pequeño restaurante
campestre, desde ya les digo que era un día bastante soleado, el aire puro y
limpio -típico de la campiña- me permitió apreciar los diversos y agradables
aromas de cerdo que emanaban de la cocina; del patio trasero se levantaba una
columna de humo que delataba unas suculentas salchichas que se estaban asando
lentamente sobre las brasas, todavía no había terminado de redimirme con las
fragancias, pero comencé a observar la decoración del lugar, el interior de la
cabaña era una especie cervecería germana de principios del siglo XX. En el
mostrador había una gama interesante de cervezas exóticas, (inmediatamente el almuerzo
de la jornada pasó a un segundo plano), me dirigí a la barra para solicitar una
botella chata, al tenerla en mano por el peso me percate que el vidrio era bastante
grueso -esto se utiliza para contener la presión ejercida por los vinos
espumosos y para alguna cervezas- por lo que deduje que se trataba de una cerveza
tipo Bavaria, que por cierto era de trigo, fue todo un arte lograr servir ese
caldo súper espumoso -de color amarillento y opaco- en aquel enorme vaso.
Un vez aprovisionado, salí al
patio trasero, allí la sensación fue otra en definitiva, respingados arboles de
pino se entremezclaban con los grandes árboles autóctonos para dar sombra a las
alargadas mesas y bancas de estilo rustico que se encontraban dispuestas por
todo el jardín. En general, el sitio se encontraba colmado de gente consumiendo
cerveza de diferentes colores en grandes vasos, por un momento estuve
convencido de que me encontraba en la Oktoberfest de Múnich, hasta que una moza
se nos acerco invitándonos a pasar a una mesa que acababa de quedar libre, si
la muchacha no nos hubiera hablado en español, para ese instante todavía estaría
sin percatarme de que me encontraba en Bolivia.
En la mesa, me di cuenta que
desconocía la mayoría de los platos ofertados, así que opte por lo más salomónico, y pedí salchichas de
entrada y lomo de cerdo como plato principal, estaba por concentrarme en solicitar
una variedad diferente de cerveza, cuando de repente fuimos sorprendidos por un
fuerte chubasco (que afortunadamente no duro más de tres minutos), durante el
percance observé perplejo como tal cual los guerreros de Atila el Bárbaro,
nadie se movió de su sitio, así que demande una cerveza rubia de trigo, para
maridarla con el calor de la gente y la actitud combativa de mis camaradas. Esta
cerveza era de color dorado, con menos espuma que la anterior, me pareció
bastante refrescante, de aroma suave pero equilibrado, agradable al paladar y
fácil de beber.
Cuando llego la comida,
necesitaba armonizar los sabores agresivos de la salchicha y el lomo ahumado,
que venía acompañado de ensalada alemana de patatas, por lo que me decidí por
una cerveza negra, que también era de trigo, la misma era de mucho sabor y un
tanto amarga, al final evolucionaba con ligeros sabores a especias, chocolate
amargo y café. El maridaje resulto ser un excelente ensamblaje para cerrar con
broche oro, aquella experiencia memorable.
Para todas las personas que disfrutan
al experimentar y maridar diferentes tipos de cerveza, este es un agradable
recinto al que no deben dejar de asistir, por mi parte la considero una pequeña
sucursal de la gastronomía alemana y la embajada de su cerveza.
Texto: Romano Paz
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